El Pepe Mujica y la interna en la Provincia de Buenos Aires

El pasado 13 de mayo, en Montevideo, falleció el Pepe Mujica. El legado de su militancia revolucionaria quedó marcado en la sociedad uruguaya para siempre y de este lado del charco funciona como un espejo para pensarnos. El compañero Lennie lo evoca en esta nota para pensar sobre nuestras urgencias, porque no se trató sólo del Pepe, sino de la construcción política que lograron impulsar para llevar al Frente Amplio al gobierno. 

“Murió Pepe”. La voz del compañero que era nuestro enlace con los tupas en Uruguay confirmó la noticia. Empezamos a articular acciones hace años, en la campaña de Tabaré Vazquez. Había muchos uruguayos que vivían en argentina y había que fomentar la ida a votar porque eran votos compañeros en su gran mayoría. “Si gana Tabaré gana la patria grande”. Salimos a pintar, armar charlas con militantes uruguayos, organizar la logística para el viaje de quienes fueran a votar.

Las elecciones fueron increíbles. Un nivel de compromiso popular, militancia de base, participación de masas que nos marcó. Mi generación, en Argentina, no había vivido un proceso electoral de masas.  La ciudad estaba pintada tricolor, en la ruta se acercaban de los barrios cercanos a saludar a los micros que se sabía que llevaban votantes para cambiar la historia y poner por primera vez al Frente Amplio en el gobierno.

País potente Uruguay. Desde este lado del charco es un espejo en el que vernos, de lo que somos y lo que no somos. Igualitos pero tan distintos.

Al cierre de las elecciones nos juntamos en el local central tupamaro. Estaban Pepe, el Ñato Huidobro, Julio Marenales. Bronces. El viejo Julio hacía los patys en la parrilla. En un momento comentó: “yo fui un militante armado, soy un militante social y político, pero ante todo de servicios. A los compañeros hay que atenderlos, porque son lo mejor que tenemos”. 

Crack.

Se nos fue Pepe. Compañero tupamaro, revolucionario hasta el tuétano. Tupamaro. Parecido a decir montonero en argentina, porque tienen demasiado parecido. Igualitos pero tan distintos. Para circunscribir: el espacio combativo, revolucionario, nacionalista, popular.

Con la apertura democrática, Tupamaros logra lo que no logró Montoneros y el peronismo revolucionario en general. Se integra a la dinámica democrática y acumula fuerzas. Difícil saber por qué esta diferencia. Tal vez sea por el nivel de combatividad alcanzado en Argentina, con mayores costos humanos y ruptura del tejido colectivo. Tal vez porque los montos no lograron tener buen vínculo con los sectores sindicales y los organismos de derechos humanos, a diferencia de la experiencia uruguaya, donde se dio mayor unidad de los sectores populares en el marco del Frente Amplio. Tal vez porque la autocrítica y pedido de perdón de los tupas fue considerada más genuina o una práctica más consolidada en el día a día. Tal vez, cómo jugó la pertenencia al peronismo, fenómeno inexistente en Uruguay. Vaya a saber.. Igualitos pero tan distintos.

La cuestión es que la mayor experiencia de lucha combativa del país tuvo continuidad, mientras acá tuvimos una ruptura, una trayectoria trunca. Las personas que empezamos a militar en los 90s, por ejemplo, fuimos en muchos casos formados por la vieja guardia montonera, pero fue un vínculo inorgánico, sin proyecto nacional ni nada por el estilo. Nos pasaba más la historia que un futuro posible.

A veces vemos el espejo y nos interpela. Entonces ponemos excusas. Que Uruguay es chiquitito, incomparable. Que tienen otra cultura política. Pepe es un espejo que te interpela. Líder popular que vivió y muere con las condiciones económicas del hombre común, genera el trasvasamiento generacional para garantizar la continuidad del proyecto, pone lo colectivo por encima de los intereses particulares.

Chiquitito, incomparable, otra cultura política. Bla bla. Excusas para no hacerse cargo. Pepe construyó otra cultura política, no estaba dado de por sí porque Uruguay es lo que es; se trató de una construcción de Pepe y del movimiento popular uruguayo, de cada militante, de cada organización. 

Sumarse a la construcción del Frente Amplio fue de una enorme lucidez política. En la decisión pesa la idea de no dividir al campo popular, pero también una concepción rectora profundamente democrática y de masas. Hay que construir un gran movimiento nacional y trabajar en la guía, la hegemonía política de ese movimiento nacional. La liberación nacional será una realidad solo cuando se gane a las mayorías. Leer los documentos tupamaros de la época es un muy rico y recomendable ejercicio intelectual para todo militante popular. 

El frente amplio se propone como una tesis política, una base orgánica y programática para unificar, marcar un camino de alianzas inclusivo y plural. Se hace particular hincapié en criterios como la necesidad de incorporar a todos los militantes en los comités de base del Frente Amplio para potenciar el trabajo territorial y sindical de la fuerza. La participación popular es central. Cultivar la lealtad, la confianza, el respeto y la honestidad con las otras fuerzas. Se critica fuertemente la manipulación de alianzas, el “usar” a los aliados por un tramo y luego “tirarlos a la cuneta”, calificándolo de estupidez y crimen político-moral. Se critica el sectarismo, el hegemonismo. Se refuerza la necesidad de formación de los militantes, en aspectos políticos, técnicos, pero sobretodo éticos. Se plantea la necesidad de que el Frente Amplio sea una instrumento de lucha permanente, no solo electoral. Ligar todas las luchas sociales que sean la base de poder real del frente. 

Igualitos pero tan distintos.

Tupamaros se mete de lleno en el armado del Frente Amplio, lo cría, lo cuida, lo potencia. Es una herramienta estratégica, estable, no una coalición electoral, armada para negociar listas. La participación social es clave. La militancia lo construye, debate, se cruza. Existen mecanismos de participación y representatividad desde abajo, en los comités de base, hasta la dirigencia nacional, pasando por las mesas distritales, zonales. Mecanismos para achicar la artificialidad en el armado, el dedo, la rosca, la mesa chica.

En argentina no tenemos una experiencia similar. El peronismo resolvía, las contradicciones se daban en su seno. Ya no. Nuestra base social está rota, la militancia dispersa y sin ningún nivel de articulación entre los diversos sectores, los dirigentes disputando a los codazos y con una escalofriante lejanía de la realidad concreta de las bases. A pesar de esta realidad clara, palpable, maciza, seguimos con la misma inercia. Creemos que la gente nos va a venir a tocar la puerta para que los salvemos, que negociamos bien los lugares en las listas y vamo que vamo. Un compañero me contaba que el otro día fue a una marcha y terminó cantando a los gritos “Que se vayan todos”. Me decía que se hacía la autocrítica por la responsabilidad que tiene como militante popular, peronista, mientras se reía de él mismo. Estamos en un proceso de crisis de representatividad creciente y la lógica electoralista, el armado de coaliciones sin raíces estables, solo nos desorganiza y genera más fisuras.

Pepe, el espejo. Los tupas, el Frente Amplio. No hay en Uruguay otra cultura política. La construyen día a día, con decisiones concretas, prácticas, proyecto, debate de ideas, programa.

Muchas y muchos creemos que Axel tiene algo de esto. Digamos algo, con humildad, para dejar de tensar la historia para llevarla a lo que queremos. Pero algo, si. Un chabón genuino, honesto, que defiende los intereses nacionales y populares, que busca ampliar el espacio político propio, que construye alianzas de confianza y lealtad. Nos pone de la cabeza que le metan el nivel de quilombo que le meten. No la podemos creer. Mezquindad, chiquitaje. Dejen que construya, que organice, que convoque. Hablan de interna, pero esto no es una interna, es una intromisión delirante. No serruchen más, no jueguen a perder, no nos hagan ir de nuevo detrás de un Scioli o un Alberto. Dale.

Con todo, somos conscientes que Axel no es suficiente. Necesitamos unidad de todos los actores. Y, sobre todo, necesitamos discutir ideas, abrir espacios de participación real de las bases, construir un programa transformador, salir en conjunto a buscar voluntades, recuperar el horizonte. Necesitamos construir otra cultura política.

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Buenos Aires, mayo de 2025

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