Poesía y capitalismo

El destino de la obra de arte ante la industria y la reproducción técnica fue un tema de Walter Benjamin. A su vez, se opuso a la estetización de la política, lo que hacen las nuevas derechas: diseño y producción de mercancías políticas para que nada cambie. La figura del bohemio, al margen de la sociedad que observa con un punto de vista crítico, del escritor como poeta maldito expresado en el mito modernista de Poe y Baudelaire, una figura que se saca chispas contra el progreso según Milei, que hoy ni venden como progreso sino como milagro o redención a través de la locura, esa figura de la que el propio Milei, cínico, berreta, busca el simulacro del efecto de sinceridad, en esta columna de Asja Lãcis es evocada apelando a otras perspectivas teóricas que no son la de Walter Benjamin, sino las de Adorno y Derrida; entre poesía, capitalismo, literatura, fascismo y democracia. Los teóricos del modernismo y del “alto” modernismo iluminan el presente oscuro de las nuevas derechas. La poesía es una de esas cosas que ellos no pueden romper.       

La poesía y el capitalismo se llevan mal. Sin embargo, aunque al margen del mercado editorial y más sobre las performance que sobre las publicaciones, las referencias al género no pierden actualidad. Aunque las antologías de poesía contemporánea se esfuercen por datar la década de 1990 o el 2001, y las publicaciones periódicas como Diario de poesía (1986-2012) o Rapallo (desde de marzo de 2017), confirman el derrotero posible de una tradición, la actualidad de la poesía regresa en otros campos. El pensamiento lacaniano, invoca a la poesía en primer plano, antes Heidegger, Blanchot, Benjamin. La novela es un género consolidado y central en la literatura argentina, por lo menos desde la década de 1950, con los antecedentes de Arlt, El gaucho Martín Fierro y la narrativa entre Hudson y Quiroga. Las novelas argentinas tienen un público lector consolidado, lectores que no pertenecen al ámbito de producción de la literatura. En la poesía los lectores que no son poetas son menos en términos relativos. Las novelas se llevan mucho mejor con la sociedad de masas que la poesía. La compilación de poemas está libre de su condición de mercancía, la novela es poesía de la sociedad de masas.    

Podríamos pensar que la poesía con el capitalismo se lleva muy mal, y, al mismo tiempo, aceptar que el problema no es solo político económico, sino al mismo tiempo político cultural, la poesía nunca se entendió con la cultura de masas. Es otra cultura la que propone, en tanto performance milenaria. A contramano del capitalismo, y también del destino del “hombre” moderno, y la cultura del progreso liberal; la poesía está en crisis desde hace siglos, vive en crisis a contramano de la mercancía, de la industria. Tampoco se llevó bien con el destino de las masas modernas y la cultura del progreso soviético. Sin embargo, la poesía sobrevive al derrumbe. Desde el punto de vista no sólo del campo literario sino más allá, en la cultura y las culturas políticas, ante el abismo de la motosierra, la poesía vuelve a estar en las agendas del pensamiento y la reflexión. Las novelas de escritoras y escritores nacidos desde la década de 1960 en adelante requieren nuevas lecturas críticas. Con derroteros en la práctica autónomos, la poesía y la narrativa argentinas se encuentran en un momento con proyectos, poéticas y matices consolidados. Por momentos, pareciera que el grado de autonomía entre los proyectos llega al extremo de la disolución, entre partículas, como polvo en el aire. No obstante, existe un mercado literario de la narrativa –para alguien es un negocio vender buenas novelas, y vender novelas para entretener al gran público. Incluso la condición de la narrativa moderna como respuesta ante la cultura de masas afirma al género. Con una orientación que incluso se contrapone al destino no sólo del capitalismo sino del progreso y la modernización, el lector encuentra una zona liberada de la reproducción del capitalismo; un matiz que diferencia a las novelas que se venden y se leen, de las que aunque se venden no producen lecturas. A diferencia de la poesía, las novelas en el capitalismo viven, no sobreviven. Las novelas cuando tienen muchos lectores, duermen en los sueños de la cultura, en un sentido social que no es “alto” ni “bajo”. Las novelas de Saer o Piglia, las de César Aira vivieron en los sueños de generaciones. La poesía de Sergio Raimondi tiene numerosos lectores. Diana Bellesi y Arturo Carrera son leídos más allá del ámbito de los poetas que leen a otros poetas. Y, sin embargo, podrían estar ausentes en infinidad de bibliotecas de ciudadanos inteligentes y lectores considerables. La poesía sobrevive en un ámbito denso, poblado y acotado; entre Bahía Blanca, Buenos Aires, Córdoba, Rosario, en las distintas escenas de la literatura argentina.  

Sobrevive con fuerza, en movidas under de la poesía, no solo en revistas sino en vivo e incluso en otros formatos digitales, las sintonías de Fernando Bogado, entre la radio, el periodismo en Radar, la crítica, el artículo académico en la revista filológica y la poesía; o de Gabriela Borreli, entre la radio, el stream y la poesía, dan la pauta en el ámbito público y abierto de que el género sigue vivo y dando que hacer, escribir y pensar, entre otros, al lacaniano Jorge Alemán o al biopolítico Giorgio Agamben. Diego Stulwark teoría política a partir de Kafka. La literatura se lleva muy mal con el capitalismo de la sociedad brutalista. Habría que ver hasta dónde la poesía puede ser mileísta, de alguna forma lo será, quizás, no tiene porqué dejar de sobrevivir incluso ahí, entre jóvenes mileístas que creen luchar para la emancipación del individuo como animal aislado; todavía está a tiempo, veremos qué pasa en los próximos meses. Si la poesía se lleva mal con el capitalismo, todavía es peor ante el fascismo. De esto se tratan las vanguardias históricas. Volver a ellas una vez más para liberar la imaginación política en el presente, reafirmar el carácter crítico del arte y la poesía en tanto actividades autónomas respecto de la Sociedad y del Estado, la afirmación humana de la belleza inútil, la fuerza vital de la finalidad sin fin, que durante el modernismo se pensó cómo la religión del arte en sí, el concepto de vanguardia modernista de Theodor Adorno, el objeto del arte como negación radical de la mercancía y del mundo, la autonomía radical de esa teoría, aunque negativa y restrictiva, al mismo tiempo libera la imaginación de toda amarra y corset. El arte y la poesía desde el modernismo se desarrollan a espaldas de la Industria Cultural y la cultura de masas. El arte y las masas de Elías Castelnuovo con la tapa ilustrada por Abraham Vigo no fue una teoría estética hegemónica. Castelnuovo no escribió novelas. Girondo imaginó una poesía para el lector de las nuevas masas y hoy falta en demasiados hogares. 

El campo popular enfrentado a la barbarie capitalista puede invocar, sin temor a equivocarse, a la poesía como estandarte para la liberación del individuo y del pueblo. Este es el tipo de cosas que no rompen, sobre el que debemos afirmarnos. La defensa de la poesía y del arte en sí mismo incorporada en una nueva versión del peronismo podría, incluso, “poner el último clavo” les gusta decir, al cajón del liberalismo. ¿Puede existir un poeta mileísta? ¿Puede existir un poeta fascista? No nos referimos a un escritor que se declara así, como existieron, sino a uno que produce con su imaginación una política del fascismo. ¿Cómo son? Son el simulacro posmoderno del poeta maldito. La teoría política de la institución literaria que propone Derrida, cuando la considera enlazada a la democracia; una institución que requiere la posibilidad de decirlo todo, de escribirlo todo como Pierre Menard, que no soporta ningún grado de imposibilidad, para que tenga lugar, se debe poder decir todo sin restricción alguna; y la teoría política del arte de Adorno, si bien son distintas teorías sobre objetos diferentes, no obstante, se complementan. En ambos casos, se trata de un principio de autonomía y libertad. 

La libertad de un bien de la cultura, del que la sociedad goza en forma autónoma respecto del Estado. El arte y la cultura se producen y reproducen en esferas autónomas. 

El arte y la poesía no dejan de ser espacios de autonomía y resistencia a la época.         

Buenos Aires, agosto de 2025

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