Ante el dato alarmante de la pronunciada baja de la natalidad, Mariela Fernández, psicóloga e integrante del Forum infancias, responde a los discursos que le endilgan la causa a las políticas públicas con perspectiva de género. A partir de una idea fuerza de Silvia Bleichmar, la propuesta es pensar en el futuro a partir de las políticas de cuidado de las infancias; más que señalar el problema en la demanda por una distribución equitativa de esas tareas, en los feminismos podemos encontrar el impulso por la existencia de una sociedad del cuidado. La baja de la natalidad tiene múltiples razones, sin justicia social, sin distribución equitativa de las tareas de cuidado, con un mundo cada vez más difícil de habitar y una economía rota, en la agenda de género por venir, más que una causa del problema podríamos encontrar, dice Fernández, puntos de partida para su solución.
Decía Silvia Bleichmar, “la esperanza de un país se mide por la propuesta que tiene para la infancia” y sus palabras me dieron vueltas en estos días, a partir de conocer el dato actual de la tasa de natalidad en Argentina. En el último tiempo se ha hecho pública la creciente preocupación por la baja abrupta de este índice que es clave para pensar el futuro a mediano plazo. La misma muestra una caída del 40%. Los hogares sin hijos han pasado a ser más que los que tienen hijos. Es claro que estas novedades nos obligan a pensar con preocupación en el porvenir.
Como sabemos, se trata de un fenómeno mundial que en la Argentina ha tenido en los últimos diez años un descenso muy pronunciado. Entre los motivos que circulan para explicarlo resaltan los siguientes:
1. Motivos económicos;
2. Socioambientales
3. Cambios en la estructura familiar y social producto de las políticas públicas impulsadas por los feminismos.
En el primer caso, en relación a los motivos económicos, los argumentos plantean que las personas en edad reproductiva posponen o renuncian a tener hijos/as a causa de los costos económicos que implica traer a alguien al mundo. El costo de vida y el fenómeno del pluriempleo creciente harían que la decisión de ser madres o padres sea pospuesta para un momento posterior que a veces no llega. Para cada vez más personas, la llegada de un niño o niña a la conformación familiar implicaría aumentar horas laborales y pensar en suspender trabajo en los tiempos del embarazo y el puerperio; situación que para aquellos que trabajan de manera informal es una complicación mayor.
En torno a los motivos socioambientales, encontramos argumentos que se plantean con más fuerza después de la pandemia. El calentamiento global y sus consecuencias en la vida cotidiana parecieran tener impacto en la planificación de vida de las personas.
En tercer lugar, hay quienes plantean que los cambios producidos en la estructura familiar y social que desembocaron en la baja de la tasa de natalidad, tienen como eje central a las políticas públicas impulsadas por los feminismos en los últimos años. Para quienes argumentan esto, la libre elección sexual, la autonomía creciente de las mujeres y su deseo de equipararse en derechos con los varones tendrían un peso contundente en este fenómeno.
Para responder ante esto último, comencemos por repasar algunas de las modificaciones que cobraron carácter institucional impulsadas por el feminismo desde 2015, que son los años en los que la baja de la natalidad se profundizó con más claridad, para mirar allí alguno de los cambios impulsados en la sociedad. Entre las políticas más importantes se encuentran:
– La ley 27.610 de acceso a la interrupción voluntaria del embarazo, y su par la ley 2761 de atención y cuidado integral de la salud durante el embarazo y la primera infancia que puso en marcha el plan llamado mil días;
– la ley 26.743, de identidad de género;
– el plan ENIA (plan nacional de prevención del embarazo no intencional en Adolescentes;
– y el avance de la ESI (Ley 26.150 de Educación Sexual Integral) en el ámbito educativo.
Entre las investigaciones que analizan los cambios a 10 años de la sanción de las leyes de IVE y 1000 días, se encuentra el realizado por el Centro de Estudios de Estado y Sociedad (CEDES). El mismo indica hacia el año 2023 un descenso de magnitud de los embarazos de las niñas de 10 a 14 años. Según el informe dicha reducción fue del 57% para ese rango etario, mientras que en las adolescentes de 15 a 19 años disminuyó en un 50%. Las autoras del informe consideran que este comportamiento, en buena medida, resulta de políticas públicas articuladas entre sí, como el Plan Nacional de Prevención del Embarazo No Intencional en la Adolescencia (ENIA), la Educación Sexual Integral (ESI) y la implementación de los servicios de IVE- ILE en el sistema de salud. En similar dirección, en cuanto a los resultados de estas políticas, un estudio del Ministerio Público Tutelar (MPT) de la Ciudad de Buenos Aires del año 2020, mostró que entre el 70 y el 80 % de los niños, niñas y adolescentes de entre 12 y 14 años que pasaron por la Sala de Entrevistas Especializada del organismo, pudieron comprender que fueron abusados después de recibir clases de Educación Sexual Integral. Por su parte, el plan 1000 días extendió la Asignación por Embarazo de 6 a 9 meses, para igualar oportunidades y acompañar a las personas gestantes con ingresos informales o sin trabajo.
Si tenemos en cuenta las palabras de Silvia Bleichmar que traíamos al comienzo, de estos indicadores resulta un primer dato a resaltar: las políticas públicas con perspectiva de género desembocaron principalmente en mejoras en las condiciones de vida de las infancias. La disminución del embarazo adolescente, la posibilidad de frenar situaciones de Abuso sexual infantojuvenil tempranamente y la posibilidad de vivir la identidad autopercibida, que deriva de la ESI, proyectan mejores modos de vivir para la sociedad en general y para las infancias en particular.
Ahora bien, estos cambios producidos por políticas públicas con perspectiva de género se toparon, en el año 2020, con la llegada de la pandemia y, a partir de allí, las medidas de cuidado social se transformaron en el modo central para la sobrevivencia a nivel planetario. La situación puso en evidencia con crudeza los nudos estructurales de la desigualdad de género y de la injusta organización social del cuidado. Se evidenció así la prioritaria función social de los cuidados para el sostenimiento de la vida del conjunto de la sociedad, tema que cobró especial interés en la agenda feminista que señaló la existencia de un profundo contrarreste entre la precarización de los empleos del sector de los cuidados y sus efectos multiplicadores en términos del bienestar como sector dinamizador para una recuperación transformadora con igualdad y sostenibilidad.
Maestras, enfermeras, acompañantes terapéuticas, trabajadoras de casas particulares, maestras integradoras, cuidadoras domiciliarias, entre muchas otras, componen el mundo que acompaña a las infancias en todas sus dimensiones de vida. Estas redes son el escenario donde se despliega la construcción subjetiva de los niños, niñas y adolescentes en tanto el cuidado es la relación más primaria que hayamos experimentado y su ausencia o dificultad genera incertidumbre y vacío. Esa red está siendo golpeada en términos económicos con inusitada profundidad. En ese sentido son elocuentes los datos que aporta el informe N°4 de “La cocina de los cuidados”. Luego de su primer año de gestión el gobierno actual ha llevado adelante un ajuste que arroja entre otros datos los siguientes:
– Las trabajadoras del cuidado son quienes más perdieron. La caída del salario real de las trabajadoras de casas particulares fue del 22%, el de las comunitarias del 54%, el de docentes del 29%.
Si el sostenimiento de las políticas públicas para las infancias marca el rumbo del futuro, podemos preguntarnos ¿cómo se constituyen hoy en nuestro país las condiciones de producción subjetiva de las infancias? ¿Cómo va a ser el futuro de una sociedad con el 60% de los niños, niñas y adolescentes bajo la línea de la pobreza, donde las familias de los niños y niñas con discapacidad tienen que reclamar en las calles por sus derechos y donde el gobierno busca cerrar un hospital dedicado a niños y niñas?
Más que pensar a los feminismos como causa de los problemas del futuro, de la baja de la natalidad, en ellos podemos buscar argumentos e ideas para pensar políticas que nos permitan afrontar el futuro. Es probable que pensar y proponer una justa organización del cuidado sea un modo más acorde para proyectar un futuro de dignidad en una sociedad que ya no es la que garantiza los cuidados en el mundo privado de lo doméstico llevado adelante centralmente por mujeres. Tal vez, impulsar la existencia de una sociedad del cuidado con perspectiva de género sea un camino de amor que tenemos que andar para tener derecho al futuro.
Buenos Aires, julio de 2025