En busca del placer perdido. Recursos de la psicomotricidad para el lazo social

El mundo contemporáneo nos tiene acostumbrados a escenas y temperamentos violentos. Las redes sociales difunden emociones de odio, y cada miércoles nos estamos acostumbrando a ver cómo muelen a palos a jubilados. Daniela Rico Artigas, psicomotricista y danzaterapeuta, en esta nota propone una alternativa para hacer circular modalidades más ligadas a la pulsión de vida y al enlace con los otros. Frente al tono agonal, sugiere diseñar dispositivos para que se expanda lo que define como el tono hedónico, necesario para la salud mental y la vida en comunidad. 

El hecho de que cuerpo y psiquis no sean dos cosas separadas sino que somos sujetos en tanto que nuestra psiquis está encarnada y nuestro cuerpo es vivido subjetivamente es algo que casi cualquiera puede experienciar sin necesidad de fundamento académico alguno. El psiquismo se  constituye en relación a lo que se inscribe en el cuerpo en tiempos muy primarios en el intercambio con las personas significativas, y el cuerpo se va construyendo como algo diferente al organismo a través de experiencias que lo van subjetivando. Los reflejos son del orden del organismo, del equipamiento anátomo-fisiológico. A medida que la dimensión refleja va desapareciendo por la maduración del sistema nervioso, después de ese primer tiempo en que los recién nacidos tienen su característica forma de mover(se) -el reflexivo va entre paréntesis aunque bien ni debería estar, porque justamente el recién nacido no se mueve sino que los brazos y piernas se le mueven con descargas del tono muscular que todavía no terminó de madurar neurológicamente-, va sucediendo en el bebé pequeño la construcción del cuerpo (si no hay lesión orgánica que lo imposibilite, y si hay alguien en posición adulta que sea sostén psíquico y material del bebé) . Es decir que el equipamiento orgánico hecho de tejidos celulares de distinto tipo con los que contamos los humanos se va volviendo un cuerpo enlazado al psiquismo. Mi hijo de seis años resumió esto en una observación preciosa con una enorme expresión de asombro en su rostro, me grita una tarde al volver del colegio: “¡aprendí que el corazón no es sólo para amar, sirve para vivir! Es un asco, está hecho de tubos”. El organismo es la maquinaria maravillosa que hace el intercambio gaseoso que posibilita la vida pero es el cuerpo el que palpita deseante frente a algunos hechos, fenómenos, símbolos, objetos y otros sujetos; y digámoslo, lo que posibilita también la vida, la vida enlazada al sentido y no la mera existencia orgánica. La vida  como experiencia subjetiva.  La transformación de la mano de quien recién nace, con el puño firmemente cerrado por el reflejo de prensión y luego de la incoordinación de los primeros meses va deviniendo una mano cada vez más coordinada que busca agarrar objetos para explorar, y que será la mano que baile al ritmo de “que linda manito que tengo yo”, y luego la que saludará y señalará los objetos que desea para luego tocarse -ahora sí el reflexivo en toda su acepción- el pecho a la par que el sujeto dice “Yo soy Luis”, “Yo soy Malena”. Todo este devenir no está garantizado de entrada para un ser humano que nace a la vida. Sabemos por las psicopatologías y las discapacidades cognitivas severas que no siempre se arriba a la apropiación subjetiva del cuerpo y a la constitución psíquica. En la especie humana esto sucede si y sólo si hubo alguien en posición adulta que sostuvo y contuvo psíquica y materialmente por medio de cuidados amorosos, un otro que a la vez está atravesado por su medioambiente cultural. La psicomotricidad estudia al cuerpo como el lugar donde se enlazan psiquis y soma, como entramado bío-psico-social. Así, esta disciplina hace confluir saberes de la psicología y de la neurofisiología para posicionarse en su especificidad cabalgando sobre estas dos vertientes. Y en estos tiempos de descorporeización ofrece recursos muy potentes para ser puestos a prueba en distintos dispositivos de alcance comunitario.

 ¿Qué puede un cuerpo junto a otros cuerpos?

 Y…depende, diríamos desde la psicomotricidad. En esa pregunta reverbera la pregunta de Spinoza pero no es la intención traerlo acá. Lo que sí traemos es una reflexión desde la teoría psicomotriz que analiza las dinámicas colectivas en función de que prime el tono agonal (de lucha) o el tono hedónico (de placer). En distintas especies de primates se observan comportamientos sociales muy diferentes según cómo es la organización jerárquica. En algunas especies podríamos decir “se están midiendo todo el tiempo”, sus cuerpos están en un estado casi permanente de alerta para registrar los signos corporales que deben leer en los otros para saber cómo adecuarse y que sus propios signos corporales no sean mal considerados por el macho alfa o generen algún tipo de reacción en cadena de “malos entendidos”, digámoslo así. Ese es el tono agonal. Todo el cuerpo y sus gestos están al servicio de un tono hiperalerta para que no se arme la trifulca y, en caso de que se arme,  quedar más o menos bien posicionado. Lo contrario al tono agonal sería el tono hedónico. Busquen en youtube unos monitos que se la pasan acicalándose entre ellos mientras se dan un baño relajante y van a tener una acabadísima idea (y sensación) de la vivencia corporal que implica el tono hedónico. Volviendo entonces a la pregunta: un cuerpo junto a otros cuerpos puede atravesar la vida cómo mínimo en estos dos modos muy diferentes, o en distintos gradientes. Estamos seguras de que no sólo es nuestra hipersensibilidad a los modos del cuerpo la que nos hace sentir que entre lo que la pandemia dejó como tensión, más la debacle económica y política, sumado al atravesamiento de las tecnologías, con todo eso, algo cambió en el intercambio entre los cuerpos; y, como venimos diciendo desde el inicio, nombrar cuerpo es mucho más que decir sólo cuerpo. En el mundo contemporáneo, el tono agonal va pulsando con más fuerza mientras el tono hedónico se repliega. Cuerpos más tensos y por ende menos sensibles a la corporeidad de los otros, más aceleración, gestos más severos, simultaneidad de tensión y dispersión. Algo así es la modalidad actual de las manifestaciones corporales. Una intervención psicomotriz (factible de producirse en las cientos de plazas que salpican de verde los municipios del conurbano) sería desplegar el tono hedónico mediante dispositivos diseñados desde la perspectiva psicomotriz, anudando cuerpo, afecto, símbolo. Imaginemos en una plaza pública una simultaneidad de eventos: actividades que enlacen a generaciones (tejido, bordado, producción de artesanías y la transmisión intergeneracional de estos saberes), la recuperación del arte callejero como los títeres (tan efectivos en el despliegue de lo simbólico para los niños), actividades que convoquen a lxs adolescentes (la danza y la música pueden ser punta de lanza), la chacarera en formato circular anudado grupalidad, vitalidad y tradición. Además, este dispositivo debería contemplar emergentes tan típicos de esta época de urgencia, fragilidad y marginación en la que estamos. En las plazas y en las calles circulan como nunca antes personas (de todas las edades)  necesitadas de nutrición y  un trato humanizante. Un dispositivo psicomotriz pensado desde un Municipio no puede dejar afuera este hecho y debe contemplar que gran parte del trabajo que hay que realizar es evitar la exclusión total (material y simbólica) de quienes han sido arrojados al desamparo. Estos dispositivos pensados en esta multiplicidad de dimensiones  son una alternativa posible para reforzar el lazo social y contrarrestar los discursos y prácticas deshumanizantes.

Buenos Aires, mayo de 2025

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