Frente externo y soberanía en tiempos de alta tecnología

Conocimos a Mair Williams por sus intervenciones en la sección del programa de radio de Daniel Tognetti y Diego Sztulwark: “poné a los pibes”. Es cientista política por la Universidad de Buenos Aires y tiene una diplomatura en Ciencias Sociales Computacionales y Humanidades Digitales por la Universidad de San Martín. Milita en el Club Lupín (por el apodo de Néstor), el colectivo que edita la revista Hologramas. Le pedimos una colaboración para El Viento Común y nos envió esta intervención que ingresa en el diálogo que vienen manteniendo desde el primer número Asja Lãcis y el Salieri de Weinzembaum a propósito de la IA.  

Entro en la conversación asincrónica entre dos textos de esta revista en los números que me preceden. Hermosa tradición esta de las revistas, de discutir ideas, de pensar la época entre compañeros que no se conocen. Son dos textos firmados por seudónimos sobre Inteligencia Artificial: del primer número de ‘El viento común’ sale “Para una historia política de la IA” de Asja Lãcis, contestada en el segundo número por “Réplica a ‘Para una historia política de la IA’” de Salieri de Weizenbaum. 

Esos dos textos comparten una perspectiva crítica sobre la IA y el capitalismo, advierten ambos sobre el peligro de estos sistemas en tanto que mecanismos de control, advierten ambos sobre el gastadero de recursos naturales, y se alejan entre sí a la hora de hablar del presente y de por qué importa discutir esto en nuestro país. Van de mi parte algunas observaciones técnicas y otras políticas sobre este debate y sobre cómo lo abordamos desde ‘el campo nacional y popular’ (sí, todavía, y siempre). Como todo el asunto de la geopolítica y la tecnología es muy amplio, muy muy amplio, y yo quiero escribir algo breve, me voy a limitar a un ejemplo. 

Antes quiero empezar reconociendo que este tema es tedioso. Que está sobrecargado de expectativas y de superstición. Y a la vez, que genuinamente más allá de todo eso lo encuentro importante. Como caso o como excusa para una lectura sobre el conflicto de poder entre países. No hay duda para mí de que -como dijo Máximo hace poco en la Radio de las Madres- la Argentina tiene un problema serio en su ‘el frente externo’. Estamos muy endeudados con el FMI y Estados Unidos -que controla esa entidad ideológicamente- tiene una vía directa de intervención sobre nuestra política que nos resta soberanía; no quiero repetir lo que todos ya saben. En ese marco me parece importante el tema IA, en la medida en que voy viendo cómo lo encaran China y Estados Unidos. Especialmente hoy que nos gobierna un libertario alineado con la visión norteamericana (antes de saber cuál es) y al mismo tiempo expuesto a dejarse manipular por cualquier gurú tecnológico que le acerque una propuesta comercial, como pasó con la criptomoneda Libra. 

Hace un tiempo Estados Unidos prohibió a Nvidia vender tarjetas gráficas en China para impedir que tuvieran las condiciones materiales de superar a las empresas norteamericanas en la investigación y el desarrollo de inteligencia artificial. Nvidia es casi la única empresa que produce esas tabletas que son -hoy- indispensables para reunir el poder computacional requerido para entrenar un modelo de IA (por eso es la nro 1 en Wall Street). Breve disgresión: hoy los modelos de lenguaje que llamamos ‘IA’ se vuelven mejores en su labor solo a fuerza de más y más y más cómputo; por eso consumen tanto dinero; y ese cómputo lo producen estas tabletas gráficas que de tanto pensar se calientan y hay que enfriarlas para que no se quemen, por eso consumen tanta agua. Yo no quiero meterme en el tema de los recursos naturales desde una perspectiva moral; si hay agua en el mundo para todos y sobra para que además tomen las máquinas, me parece joya. Digo, que el problema no son las máquinas sino las decisiones políticas de un país que puede, quizás, usar los recursos mal y que se nos termine el agua o, peor, distribuir las cosas mal y que haya gente con sed. Y sí quisiera eventualmente tener un gobernante que tenga resuelta esa ecuación si alguien nos viene a pedir agua. Volviendo al tema de Nvidia y China: esa restricción llevó a que Deepseek, la empresa China con la IA más avanzada, tuviera que encontrar una vuelta ingeniosa para hacer trabajo de primera con sus fierros de segunda. La encontraron: innovaron en la forma de resolver cómo piensan las máquinas para conseguir mejores resultados con menos recursos. Y no termina ahí: la empresa china libera el código de su IA de vanguardia para que cualquiera pueda inspeccionarlo, copiarlo y usarlo. Ahí tenemos un ejemplo de cómo se resuelve la preocupación por los recursos más allá de la impugnación moral. Siempre y cuando haya estrechas relaciones entre los científicos que se las ingenian para resolver problemas hasta hace dos minutos puramente teóricos y las empresas que se encuentran esos problemas en la práctica. Eso en China está muy afilado, y nunca está de más recordar que Silicon Valley está a metros de la Universidad de Stanford. ¿Y nosotros?

El ejemplo intenta señalar que para construir y fortalecer nuestra soberanía día a día necesitamos planificación para administrar bien los recursos, imaginación para el diseño de estrategias oblicuas para destrabar cosas imposibles, educación para que esa imaginación se pueda poner en acto. Pero puntualmente quiero decir: el desarrollo tecnológico puede ser pensado en otros términos distintos a los de los históricos campeones neoliberales del capital. Y puede ser puesto al servicio del bienestar de una comunidad, de una nación.

Ciencia ficción parecía, a mediados del siglo pasado, afirmar que China saldría de su pobreza y tomaría las riendas del futuro hasta llegar a este siglo disputando poder con Estados Unidos. Pero años de planificación lo hicieron realidad. En el documento que delinea el Plan Quinquenal 2021-2025, China destaca la inteligencia artificial como uno de los focos primordiales de sus esfuerzos de innovación, investigación y desarrollo. Yo no menciono esto para que nos desarmemos de ansiedad pensando lo atrás que estamos, ni porque crea que la Argentina debería estar compitiendo en IA. Sino porque creo que leer el contexto de esta época es importante y esos son algunos de sus ingredientes clave. Es, de nuevo, eso sobre lo cual Perón pretendía reflexionar en La Comunidad Organizada: la competencia entre dos gigantes y el problema más fundamental, filosófico pero a la vez pragmático, de la pequeña, valiosísima vida humana, con su velocidad, con su escala, frente al crecimiento acelerado de las grandes máquinas. Su mensaje es claro e inspirador: una comunidad organizada y con prioridades claras puede competir en escala con cualquier maquinaria descomunal y elevarse a la altura de los grandes desafíos. 

Lo que de verdad me interesa de pensar estos temas políticamente es cómo nos vamos a parar frente a los cambios que puedan traer estos avances tecnológicos. También creo que, de máxima, quisiera que alguien se entusiasme con pensar alternativas. De mínima, que no consideremos que el futuro es un garrón y nos resignemos a ser la parte crítica y derrotada, o peor, la parte del comentario ácido y post-irónico. ¿Qué reforma laboral nos van a venir a pedir si un trabajador impulsado por una IA puede hacer el trabajo que antes hacían cinco? ¿Tendremos una contrapropuesta que no consista en lamentar, reprobar y soñar con escapar del presente? ¿O acaso nos anticipamos y hacemos nuestra propia revolución técnica y cultural? 

Buenos Aires, agosto de 2025

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