A principios de agosto, los gobernadores de Santa Fé, Córdoba, Chubut, Jujuy y Santa Cruz propusieron un nuevo frente electoral al que denominaron “grito federal”. Los compañeros Lerman y Villarino trazan en esta nota para El Viento Común una genealogía de los gritos provinciales, en cuya tradición Buenos Aires tiene un lugar destacado, al margen del centralismo porteño. Se preguntan si el mentado grito de dirigentes que hasta ayer apoyaron las políticas de Milei no se puede leer, en todo caso, como un susurro y hasta qué punto ese susurro, que duró un suspiro en el vértigo de las noticias, no evoca la resurrección de una nueva Liga unitaria. Los compañeros destacan la figura de la Guardia de los “Colorados del monte” creada por Rosas y establecen un paralelo sugerente entre el restaurador de las leyes y el restaurador de los derechos que destruyen.
El Grito de la Patria siempre tuvo un sentido inequívocamente propiciatorio del fervor popular por el 25 de mayo de 1810. “Cuando la Patria nacía”, dijeron siempre las coplas, celebrando la anunciación, el advenimiento, la “parición”. Palabras camperas, del más acalorado hispanismo cristiano, también las pampas escucharon retemplar los ánimos con hurras y cantares de un tiempo nuevo. No son pocas las referencias a la infancia de la Patria, como tampoco son pocas las alusiones a que la Patria es nuestra propia infancia, en tanto y en cuanto la incorporamos en la etapa escolar, en un proselitismo quebrantado y dichoso. Una primera respuesta antagónica al fervor de mayo podemos verla corporizada en el alzamiento de Liniers en Cabeza de Tigre que terminó en su fusilamiento, apenas tres meses después de la revolución. Al tiempo apareció uno de los primeros periódicos, El Grito del Sud, que invoca el quejido, el llanto y la victoria de la etapa independiente.
Sin embargo, a poco de andar comenzaron a oírse los matices, los retruques, las disidencias, venidas sobre todo de tierra adentro, desde las provincias del Centro y del Norte. Según nos informa la Encuesta Nacional de Folklore, más de un cantar histórico popular empieza a tomar distancia de Buenos Aires y presume: “Desde el grito de la Patria, sigue nuestro padecer, los pueblos tranquilizados, sin esperanzas de ver”. Un registro tomado en Fiambalá, Catamarca, todavía un siglo después de los acontecimientos, pregona: “Desde el grito de la patria, nada cuento garantido, ni el padre cuenta hijos ni la mujer con marido (…) Desde que Patria se dijo, nada contamos seguro; solo trabajos y apuro, a cada instante nos tienen; los comisarios que vienen, siempre con rigor nos tratan; vacas, caballos y plata, todo nos quieren quitar. ¡No nos dejan trabajar, desde el grito de la Patria!”. Asoma en este cantar una primera respuesta desde las provincias, a una Buenos Aires que asoma en su centralismo.
La imposibilidad de la organización constitucional abrirá en 1820 el período de los planteos locales, regionales, más temprano que tarde federales. Los caudillos que apean sus caballos en la Plaza de la Victoria serán quizás el primer símbolo de una presencia antagónica al centralismo porteño y harán de las suyas, como emblema, al renombrar nada menos que el Minué de Buenos Aires como Minué Federal o Montonero. Manuel Dorrego, gobernador de la provincia de Buenos Aires, le dará una impronta popular de nuevo tipo a los planteos de las autonomías locales, y su fusilamiento a manos de Lavalle, será la herida que parió las guerras civiles entre unitarios y federales. “Hechos como el fusilamiento del gobernador Dorrego no se discuten: se condenan en nombre de la libertad, a la que insultan, y en homenaje a la patria, a quien enlutan”, dijo Adolfo Saldías. “La ejecución de Dorrego ha sido el acto más vituperado de la vida pública de Lavalle. Es evidente que exasperado este general por las pasiones de un combate fratricida e inducido por instigaciones poderosas”, dijo Juan Agustiniano Carranza.

El fusilamiento de Dorrego, asistido por su amigo y compadre Gregorio Aráoz de Lamadrid y un religioso. Pintura de Fausto Eliseo Coppini.
Unitarios y federales
El asesinato de Dorrego volvió a desatar la lucha fraticida entre unitarios y federales. Mientras Buenos Aires se afirmaba en el polo federal, muchas provincias se movieron en un sentido contrario. No siempre el “grito” del interior opera de un modo confederal autonomista cuando va contra los porteños, ni éstos se cortan solos cuando se emancipan del resto. A veces los territorios se cruzan con los temas y las alianzas, sobre todo teniendo en cuenta que, a poco de andar, una cosa fue Buenos Aires como ciudad y otra como suburbio, orilla, llanura pampeana, estancias y campos. Las idas y vueltas, los grises y las contradicciones, serán de la partida a lo largo de dos siglos. Hacia 1830, las provincias de San Luis, La Rioja, Catamarca, Mendoza, San Juan, Tucumán, Córdoba, Salta y Santiago del Estero conforman la Liga del Interior, también llamada Liga Unitaria, con el objetivo de recomponer la unión bajo la tutela centralizada de un poder nacional. Más allá de las destrezas militares del general Paz, jefe del ejército unitario, cordobés, algunos terratenientes y poderosos del interior contribuyen a esta rebelión, claudicando en la autonomía de las provincias y el federalismo. Entre otras cosas, la unión nacional significaba subordinarse políticamente pero también poder usufructuar parte de los recursos económicos de la aduana de Buenos Aires.

La nueva aduana de Buenos Aires (1890)
La respuesta a la Liga fue el Pacto Federal, integrado por Buenos Aires, Santa Fe y Entre Ríos. La Liga fue vencida y la historia derivó en una unión confederal en la que las autonomías provinciales quedaban a resguardo y la provincia bonaerense como guardián de las relaciones exteriores. Durante esos años, Juan Manuel Rosas, gobernador de la provincia de Buenos Aires, ejerció ciertas políticas de proteccionismo de las producciones locales, en tanto mantuvo un control estatal férreo de la Aduana de Buenos Aires que le permitió respetar las industrias locales de las provincias, al tiempo que rechazaba con firmeza la agresión de la escuadra anglo-francesa en la Vuelta de Obligado. El liderazgo de las relaciones exteriores, su acción en defensa de la patria frente a los poderes extranjeros, tuvo el reconocimiento de uno de los más grandes: San Martín le legó su sable corvo como signo de respeto y amistad. La unión confederal evitó la disgregación nacional y cimentó la organización nacional con eje en Buenos Aires. Rosas, primus inter pares de los gobernadores, “Restaurador de las leyes”, instauró la unidad nacional dejando atrás la crisis cuyo ciclo se inicia en 1820 y manteniendo la unión de las provincias con la fórmula confederal. Durante su gobierno mantuvo relaciones con tribus indígenas, y los gauchos y negros fueron reconocidos como ciudadanos.
El susurro federal (o la resurrección de la Liga Unitaria)
Hace pocas semanas, se conformó un nuevo frente político de algunas provincias, autodenominado “Grito federal”: Córdoba, Santa Fe, Chubut, Jujuy y Santa Cruz. Provenientes de bases políticas que históricamente estuvieron en las antípodas del peronismo kirchnerista, los gobernadores Llaryora, Pullaro, Torres, Sadir y Vidal expresan una oposición dialoguista que pretenden abrir un tercer espacio. Conformado por gobernadores de diferentes signos políticos, el “Grito federal” se unifica en su apoyo inicial y durante casi todo el gobierno de Milei, aunque empiezan a manifestar cierta distancia. Aplauden las políticas de ajuste fiscal que daña a los más vulnerables, al tejido productivo y también a los recursos fiscales de sus propias provincias, pero reclaman algunos elementos de la obra pública, a través de una mayor coparticipación de los ATN y el impuesto a los combustibles. Sin embargo, sus diputados y senadores han acompañado la Ley Bases y casi todas las normas que buscan el ajuste fiscal sin fin. Frente a un gobierno que directamente denigra y descree de la forma federal de gobierno, se comportaron como un apéndice de uno de uno de los gobiernos más centralistas de las últimas décadas, que sustrae a las provincias recursos para la educación, las obras viales, eléctricas, para la salud. En ese toma y daca oligárquico, que solo respeta y reconoce al capital concentrado abandonando cruelmente a las poblaciones, las universidades y la salud, y a todo el sistema científico-tecnológico, las provincias sólo reciben una modesta rebaja de retenciones al agro y la minería, que complace a los sectores más concentrados de la economía y que solo ofrece un pequeño alivio a los productores agropecuarios más chicos, asfixiados por un tipo de cambio que está frenando la economía nacional. Frente a las elecciones de medio término, percibiendo que comienza a manifestarse un rechazo cada vez mayor a las políticas de ajuste, se intentan despegar de la alianza que mantuvieron legislativamente con el gobierno y con desparpajo proclaman el “grito federal”. Más que un grito parece un susurro y un ruego de las migajas del gobierno central.
En declaraciones recientes en una entrevista televisiva, el gobernador Maximiliano Pullaro señaló: “Para mí, el peor presidente de los últimos 40 años fue Néstor Kirchner. Gobernó en la etapa más virtuosa de la Argentina, con superávit fiscal y comercial, y decidió no aprovechar esa oportunidad para desarrollar el país. Eligió el populismo, el gasto sin control y una lógica de poder que terminó debilitando las instituciones y profundizando la desigualdad. No queremos volver a ese modelo. Necesitamos equilibrio, sí, pero también un plan de desarrollo serio, que apueste a la inversión, la producción y el trabajo como motores de la economía”.
Lejos de pensar el federalismo como un orden político capaz de promover un modelo de desarrollo con capacidad productiva industrial, que genere empleo y distribuya la riqueza, es decir, que incorpore compatriotas, Pullaro vuelve a reiterar el discurso de cierto sector concentrado del agro de la pampa húmeda, que al poder monopólico de los servicios públicos lo complementan con la transnacionalización de la minería y los hidrocarburos. Renta petrolera y del litio para manos extranjeras, servicios públicos privatizados en áreas urbanas, alto desempleo y precarización laboral y hambre para las mayorías. En ese modelo, el “Grito federal” es un susurro atemperado, y los leones vuelven a ser gatitos.
El primus inter pares y el restaurador de derechos

El Gobernador Axel Kicillof y la Guardia de los “Colorados del Monte”. Fuente: Pagina12
La provincia de Buenos Aires, con el 38% de la población y un tercio de la producción nacional del país, alberga una diversidad poblacional representativa de todos los habitantes de las provincias que han llegado durante oleadas sucesivas en busca de mejores empleos y poder mejorar su calidad de vida. También es una provincia con enormes dificultades, educativas, sociales y de seguridad. Gestionarla con los escasos recursos que le niega la coparticipación federal de impuestos, es todo un desafío. Recordemos que aporta el 40% de la recaudación pero recibe, luego de separar los ingresos que se destinan al Estado Nacional, tan solo el 22% de los recursos coparticipables. El brutal ajuste del gobierno de Milei pega, sobre todo, en el tejido industrial del conurbano y en el consumo masivo de la población que lo habita.
Sin embargo, la idea de que la gobernabilidad se gana votando todo al gobierno nacional que remite poco a cambio, no aplica en la gestión provincial. Bajo las actuales circunstancias y con recursos propios, la gestión de Axel Kicillof continúa atendiendo las crecientes necesidades de los bonaerenses. Las obras que abandonó la Nación se continuaron, los docentes y médicos reciben aumentos que no reciben sus pares a nivel nacional. Se siguen construyendo rutas, escuelas y viviendas. Kicillof se opone a las políticas de ajuste de Milei, dado que implican un esfuerzo innecesario e ineficaz que sólo profundizará la caída del consumo y la quiebra de la producción nacional. A la vez, también se diferencia de los susurros federales de los que hasta ayer apoyaron la motosierra y la licuadora, así sea por convencimiento o por oportunismo, del gobierno de ultraderecha.
Aunque la historia nunca se repite de la misma manera, la provincia de Buenos Aires vuelve a ser hoy el sostén de la producción y el trabajo de las grandes mayorías, con políticas claras de inclusión social. Siendo la provincia más determinante de la estructura nacional, se planta como guardián de un auténtico federalismo popular y social, frente a las tendencias concentradas en lo económico y autoritarias en lo político del gobierno central. Kicillof le dice no a Milei, en definitiva, oponiéndose al anarcocapitalismo financiero. Hace más de un siglo, las potencias extranjeras venían con barcos y cañones para abrir los ríos interiores al libre comercio y jaquear la soberanía nacional. Hoy vienen con recetas de apertura y desregulación, con el RIGI (Régimen de Incentivo a las Grandes Inversiones), utilizando como nave insignia y celadores al FMI y al gobierno de EEUU. Además, la complicidad del gobierno de Milei con Trump mete una cuña en el subcontinente, traicionando a la Patria Grande.
Es necesario volver a respetar a las provincias, devolverles sus recursos, pero también devolver los derechos al pueblo soberano, a las personas de a pie. No hay manera de pensar la Nación Federal sin el Pueblo, porque como enseñó la etapa industrial y popular de masas inaugurada por el peronismo histórico de Perón y Evita: “Donde hay una necesidad, hay un derecho”. En este sentido, el peso específico de la provincia de Buenos Aires vuelve a colocar a la gestión del gobernador Kicillof y su liderazgo en el mismo grito federal y popular de Dorrego y Rosas. Primero entre los federales, restaurador de derechos y defensor auténtico y veraz de las autonomías provinciales, Kicillof deberá ser quien reponga la idea de Nación como un espacio soberano de realización colectiva. Con Buenos Aires no alcanza, sin Buenos Aires no se puede.
Buenos Aires, agosto de 2025