¿Fue un equívoco lo de las nuevas canciones? ¿No están sonando, acaso, nuevas canciones con la melodía de la crueldad y el ritmo de la motosierra? Lerman mira de frente la cuestión, coloca el oído en lo que escucha en estos años post pandémicos y presiente, observa, que ya se están elaborando arreglos, combinando ensayos, juntando instrumentos para que una renovada orquesta empiece a sonar desde el movimiento popular.
A la voz de aura comenzó a cantarse una nueva canción. Alguien podría haber dicho que el que avisa no es traidor, otros pudieron haber advertido por el desorden que provoca el deslinde temprano de responsabilidades, el gesto emancipatorio, la búsqueda de una pluralidad de voces acaso menos vertical. El poder agota al que no lo tiene, dice por ahí uno de los personajes de El padrino. El tema de la nueva canción había surgido de un modo sigiloso, casi espontáneo, el 5 de septiembre de 2023, en un acto en la ciudad de La Plata que compartieron Axel Kicillof y Juan Grabois, acompañados por Ofelia Fernández y Julio Alak. Esa tarde, la Facultad de Psicología de la UNLP rebosaba de jóvenes. La primera en hablarle a la militancia fue Ofelia Fernández, que bautizó el encuentro como “la mateada de los petisos”, para luego hacer un análisis de lo que había dejado el triunfo sorprendente de Javier Milei en las PASO de aquel año, por la aparente derechización de la juventud. “La política no le está dando soluciones a los jóvenes”, dijo Ofelia, autocrítica. La sorpresa la dio Axel poco después, quien sentado al lado de Juan Grabois, dijo: “Hay que construir una nueva utopía. No podemos seguir viviendo de Perón, Evita, Néstor y Cristina. Son los momentos más gloriosos, pero debemos darle un carácter de época nuevo”. Y dijo algo más. Comparó la tendencia a aferrarse a esos símbolos con “las bandas de rock que tocan grandes viejos éxitos” y llamó a “componer una nueva, no una que sepamos todos”. El gobernador había demorado ocho días en pronunciarse tras las PASO de Unión por la Patria entre Sergio Massa y Juan Grabois, y ahora manifestaba su acompañamiento a Massa, candidato electo, junto a Grabois. Fue el malentendido de una nota periodística, que hizo un registro de aquel acto, el que hizo circular la idea de que Kicillof había lanzado el postkirchnerismo con una metáfora musical.
La canción que está sonando
En una reacción volcánica, tras el triunfo sociocultural de Milei en las PASO de 2023, muchos de los grupos políticos peronistas, kirchneristas o cercanos a estas familias, se largaron a producir streaming, radio en vivo, podcast, todos desarrollos tecnológicos que venían con fuerza, de manera no tan marginal, al menos desde la pandemia del Covid y el aislamiento social obligatorio. Esa experiencia, particularmente de los adolescentes y jóvenes, significó muchas más cosas de las que todavía entendemos. En la convergencia entre una reacción masculina joven a los avances feministas, que venía de tiempo atrás (recordemos que por estos días se cumple la primera década del movimiento Ni una menos, que pide un reconocimiento y un balance político de época), y resabios aún presentes de una cultura tradicionalista patriarcal, muy arraigados en las provincias, algunos estudios de opinión los empiezan a recortar como el núcleo duro cultural más fértil y persistente del movimiento libertario.
Ya hay nuevas canciones dando vueltas, y hasta ahora parece ser que las más resonantes son las que pregonan el individualismo, el anti Estado, la brutalidad contra los débiles, la misoginia. En esa ronda, Gelatina, Blender, Cenital, incluso las versiones en formatos híbridos de Radio Con Vos, El Destape y Futurock encontraron una respuesta bastante consistente al espectro liberal libertario, abriendo puertas y lenguajes. Una de las ironías más significativas, a propósito de las nuevas canciones, fue la Fábrica de Jingles, que asomó fuerte en la primera vuelta electoral de 2023, y que se permitió jugar con viejas nuevas canciones que decían de un modo rápido y pregnante lo que estaba en el aire. Estas fracciones perfectamente podrían ser vistas como la próxima estela de un progresismo sociocultural urbano y modernista, con eje en Buenos Aires y Rosario, y seguramente en los centros de estudiantes secundarios y universitarios. También tuvieron, vía Patria Grande, Los Irrompibles, La Cámpora y Patria y Futuro, alguna bajada barrial que intentó hacer perdurar el esquema de los movimientos sociales, y en menor medida las juventudes sindicales. Esa impronta progresista popular se encontró rápidamente en una recusación proveniente de un esencialismo peronista que se presume auténtico, y que aquí llamaremos retroperonismo. Tomando libremente la idea de “mal de archivo” de Deleuze y las reflexiones sobre el revival del pop del tercer milenio (las bandas eternas, el regreso más esperado, el próximo crossover), los retroperonistas avanzan peronómetro en mano, vociferando a los gritos impugnaciones y sanciones historiográficas improbables sobre esencialismo peronista. En ese grupo, explotaron las irrupciones de Moreno, Martín Ayerbe, incluso los ingeniosos muchachos de Cabaret Voltaire, yendo obsesivamente al mito de un peronismo edénico perdido. En el contexto dudoso del final del gobierno de Alberto, Cristina y Massa, donde figuras como Agustín Rossi hacían malabares para explicar públicamente posicionamientos, se puso de moda el ataque al compañero, y el escenario de batalla campal se naturalizó. A los gritos, a los carpetazos históricos, se perdieron los modales y las gramáticas.
La nueva canción
Cristina Fernández de Kirchner, la figura central del peronismo de nuestra época, mantiene encendida su estrella, mientras el sistema arrecia con persecuciones judiciales, intentos de proscripción y una permanente maquinaria comunicacional que agrede, disminuye, subestima y finalmente estigmatiza el nombre del movimiento político que ha marcado los últimos veinte años de la política argentina. A diferencia de los relevos de liderazgos políticos que acontecieron en el peronismo tras la muerte de su líder histórico, todo indica que esta vez hay algo distinto. Entre Luder y Cafiero, entre Cafiero y Menem, y entre Menem y Duhalde, siempre hubo folklores, picardías, retruques, enfrentamientos. Al tiempo que el peronismo kirchnerista necesita urgente un balance histórico y una interpretación de época, esa reconstrucción simbólica orbita en una constelación que le impide incidir en la disputa de poder. Ni en la interna ni en la externa parece tener algo para decir el peronismo, y éste quizás sea el peor síntoma. Figuras que no llegan a líderes, su movimiento es la excitación cotidiana en redes por debatir si el Plan Quinquenal fue mejor que la Concertación Social de Gelbard. Una típica discusión llevada al absurdo son las menciones a la década ganada que hace Guillermo Moreno. Mientras que Moreno reivindica la arcadia perdida del control de precios, como si alcanzara la noble pero incompleta rusticidad que va del depósito al mostrador, Axel Kicillof fue el artífice de la estatización de YPF en 2012, que permitió la recuperación de la empresa hidrocarburífera insignia de la Argentina, base de una nueva etapa soberana. Los acordes empiezan a sonar, las melodías alumbran y los instrumentos se afinan. La orquesta todavía no comenzó a tocar, pero está cerca. Todavía faltan muchos arreglos y muchos ensayos. Pero el movimiento popular de Argentina busca la actualización del proyecto nacional.
Buenos Aires, mayo 2025