Plataformas digitales y clase trabajadora. La columna vertebral en la era digital

La transformación del capitalismo en su fase “tardía” desde la década de 1970, las del mundo en su fase posindustrial, “líquida”, posmoderna, neoliberal, de la sociedad de control, con cincuenta años de historia modificó la sociedad. Por eso hoy necesitamos pensar situados en el siglo XXI. En este documento proponemos una aproximación a la columna vertebral del peronismo en la era digital.   

Los trabajadores fueron históricamente la columna vertebral del movimiento nacional ¿Qué nos queda de esa verdad histórica frente a esta radical transformación de la propia composición de la clase trabajadora que estamos viviendo? La ofensiva de la dictadura del 76, la desindustrialización de los 90 y las recetas neoliberales de corte financiero que volvieron en los últimos años marcan un nuevo mapa laboral signado por la fragmentación, la precarización y la informalidad.

En este escenario emergen los trabajadores de plataformas digitales —repartidores, conductores de aplicaciones, freelancers que trabajan para empresas globales— como un actor que condensa las tensiones del capitalismo actual. No tienen un jefe visible, pero sí un algoritmo que define sus ingresos. No están en relación de dependencia, pero dependen día a día de un celular para sobrevivir. Son trabajadores sin derechos, sin cobertura de salud, sin aportes jubilatorios y con ingresos que en muchos casos no superan la línea de pobreza.

La clase trabajadora no desapareció con la globalización ni con la automatización: se transformó. En Argentina y América Latina, más del 50% de los empleos son informales, según la OIT. La precariedad y la fragmentación avanzaron, pero la centralidad del trabajo sigue intacta: sin trabajadores, no hay producción, ni servicios, ni riqueza social.

En este escenario, emergen con fuerza los trabajadores de plataformas digitales: repartidores de aplicaciones, choferes, freelancers y microtareas en línea. Según un informe de la OIT (2024), en América Latina más de 4,5 millones de personas obtienen ingresos de estas plataformas. En Argentina, un relevamiento de la CEPAL y la Secretaría de Trabajo (2023) estimó que entre 250.000 y 300.000 trabajadores dependen parcial o totalmente de apps como Rappi, PedidosYa, Uber, Cabify o plataformas freelance.

Son un sector en crecimiento, pero marcado por la precarización estructural: ausencia de derechos laborales, ingresos variables, sin acceso a seguridad social, sin licencias por enfermedad ni vacaciones. El “sueño emprendedor” que venden las empresas es, en realidad, la reinstalación de la vieja explotación con nuevas tecnologías.

Qué son las plataformas digitales

Las plataformas son empresas privadas que intermedian mediante aplicaciones. Organizan la oferta y la demanda, controlan los precios, seleccionan a los trabajadores y a los clientes. Pero se presentan como simples “intermediarias” para evadir responsabilidades laborales.

El modelo económico de estas plataformas combina tres elementos:

  1. Extracción de datos: cada movimiento del trabajador es registrado, medido y procesado.
  2. Gestión algorítmica del trabajo: un software decide cuántos viajes o pedidos recibe cada trabajador, cuánto cobra y hasta si sigue en la plataforma o es bloqueado.
  3. Especulación financiera: la mayoría de estas empresas opera con pérdidas crónicas, pero atraen inversiones multimillonarias apostando a concentrar el mercado y destruir la competencia local.

No estamos ante simples empresas de “delivery” o “transporte”. Son monopolios digitales globales que avanzan en la colonización de cada rincón de la economía a nivel tanto global y local.

Perfiles de los trabajadores y trabajadoras de plataformas

Los estudios regionales muestran que el perfil de los trabajadores varía según el sector:

  • Reparto y transporte: la mayoría son jóvenes de entre 18 y 35 años, varones en su gran mayoría (llegando a más del 80% en varios países), con fuerte presencia de migrantes (en Buenos Aires, más del 60% de los repartidores son extranjeros, especialmente de Venezuela, Perú y Bolivia). Viven jornadas extensas —en promedio 10 a 12 horas diarias— y sus ingresos netos reales suelen ubicarse por debajo del salario mínimo.
  • Plataformas freelance y microtareas: trabajadores más calificados, muchos con estudios universitarios, que venden servicios de programación, diseño o traducción. La promesa de “trabajar para el mundo” se convierte en precariedad global: competir con millones de trabajadores de países con salarios más bajos, sin negociación colectiva ni regulación nacional.
  • Mujeres y diversidades: subrepresentadas en el reparto, más presentes en plataformas freelance. En ambos casos enfrentan discriminación: violencia de género en la calle o en los chats, imposibilidad de acceder a licencias por maternidad, y salarios aún más bajos que los varones.

El perfil común es la desprotección: dependen de la aplicación, pero la aplicación niega ser su empleador.

Regulación de las plataformas

El avance de estas empresas puso a prueba a los Estados. Existen distintos modelos de regulación:

  • Modelo binario: se las reconoce como trabajo independiente. Los trabajadores son considerados “autónomos”, sin derechos.
  • Modelo intermedio: figuras híbridas como “trabajador independiente dependiente”. Reconocen algunos derechos, pero siguen negando la relación laboral.
  • Protección plena: reconocen la relación laboral y obligan a las plataformas a registrar a los trabajadores como empleados, con todos los derechos correspondientes. En España, la Ley Rider (2021) además exige transparencia en el uso de algoritmos.

En Argentina, la regulación todavía es parcial. No existe un marco nacional. En la Ciudad de Buenos Aires, la Ley 5.754 (2016) exige un registro, pero no reconoce relación laboral. En La Plata recientemente se sancionó una ordenanza para la regulación local. Otras iniciativas están surgiendo, pero todavía no son integrales. El resultado es un limbo jurídico que beneficia a las empresas.  

Regular no es un capricho. Es una cuestión de soberanía nacional y justicia social: no podemos permitir que empresas extranjeras definan, desde un algoritmo en Silicon Valley, las condiciones de trabajo de miles de argentinos. Lo que necesitamos es un Estatuto de los Trabajadores de Plataformas que contemple:

  • Reconocimiento de la relación laboral.
  • Salario mínimo garantizado.
  • Licencias por enfermedad, maternidad y vacaciones.
  • Jornada limitada y derecho a la desconexión.
  • Aportes jubilatorios y cobertura de salud.
  • Transparencia de los algoritmos.
  • Derecho a organizarse sindicalmente.

Las luchas incipientes

Durante la pandemia, los repartidores fueron esenciales: mantuvieron abastecidas las ciudades mientras los gobiernos pedían quedarse en casa. Fueron llamados “héroes”. Pero trabajaron sin barbijos, sin alcohol en gel, sin seguro médico y con tarifas en caída. Un momento de cristalización de la situación actual. También los médicos fueron un actor heróico. Sin embargo, tanto en los repartidores como en los trabajadores de la salud, esta realidad palpable no implicó mejoras en su calidad de vida. 

Esa contradicción circula en las y los trabajadores de plataformas. Se la conoce, se la siente. Se actualiza también, frente a cada nueva tragedia propia del esquema desregulado. Cuando un repartidor tiene un accidente vial, cuando una repartidora tiene una situación de acoso que no puede denunciar, cuando llegan las vacaciones para el resto del planeta pero se sabe que no hay vacaciones para los algoritmos de las plataformas. Circula por los grupos de WhatsApp, circula por X, por Instagram, por TikTok. Los espacios virtuales donde las personas que trabajan en plataformas suelen compartir cosas. Tanto cotidianas como de corte más políticas e incluso iniciativas de corte ciberactivista. Ideas, que a veces disparan acciones.

  • En 2020 y 2021 hubo paros internacionales de repartidores en más de 20 países, incluyendo Argentina.
  • Surgieron colectivos como Asociación de Personal de Plataformas (APP) en Argentina, que buscan instalar el debate sobre la relación laboral.
  • En Brasil y México se organizaron grandes huelgas como el “Breque dos Apps” en 2020.
  • En España y el Reino Unido, los sindicatos tradicionales incorporaron a riders y choferes en sus estructuras.

La definición es clara: “No somos emprendedores, somos trabajadores”. La lucha es desigual —apps multimillonarias contra trabajadores aislados—, pero demuestra que la organización es posible y necesaria. 

Buenos Aires, agosto de 2025

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