“Cacho” Lucero, compañero de Viento Sur, albañil de oficio, es militante popular en la zona norte del conurbano. Activa en las bases del peronismo revolucionario desde la década de 1970. Publicó un libro testimonial: Los hijos del garinazo donde reconstruye su experiencia de militancia entre la toma de la ciudad de Garín, en julio de 1970, hasta el golpe de Estado de 1976. En esta nota comparte su mirada sobre el escenario actual, desde la resistencia y las luchas del campo nacional y popular; y recuerda una frase que escuchó alguna vez hace muchos años, cuando Alcira Argumedo visitó su barrio: “Vayamos de Pachakutik”, a dar vuelta la taba.
En los años setenta la resistencia peronista parió y trabajó el protagonismo y la participación dirigencial, de la juventud maravillosa y las formaciones especiales como las llamaba Perón desde el exilio, estimulándolas, para profundizar la consigna del luche y vuelve. Y los pibes y pibas ponían el cuerpo para repatriar a Perón, pagando con sacrificios y vidas tanta osadía. En los años noventa cuando se cayó el muro de Berlín, nos decían que había llegado el fin de las ideologías, que un nuevo liberalismo se encargaría de traer soluciones a los problemas de la humanidad, y por acá nos prometían “salariazos” y revolución productiva. Y hasta viajes satelitales por la estratósfera, mientras privatizaban las empresas del Estado y nos saqueaban la Patria. Esa vez, en los años noventa, el frontón, la barricada, fueron las madres, las abuelas, los H.I.J.O.S. y los sobrevivientes de aquella generación setentista diezmada; como nos llamó Néstor cuando pidió perdón en nombre de un Estado que había permanecido ausente ante el genocidio que nos costó más de 30 mil ciudadanos desaparecidos. La resistencia al modelo que aplicaba el gobierno de turno generaba una heróica resistencia. No nos olvidemos de todos los mártires que quedaron en las calles y las plazas, como Santillán y Kosteki. Esa resistencia fue organizada desde las bases. A la lucha diaria por subsistir se sumó la nueva camada de militantes y jóvenes que trajeron a los barrios no solamente la teoría, sino que además desde la más absoluta humildad, trajeron la esperanza: que se podía cambiar la realidad.
Las vanguardias se reconstruyen y ahí vamos de nuevo construyendo la utopía.
Hoy decimos que las historias se repiten más allá de todas las diferencias, la confrontación con el poder económico, judicial y político es la misma, la contradicción principal sigue siendo liberación o dependencia.
Por eso a los que propusieron cambiar la partitura les decimos que no nos venían escuchando, las asambleas las bases y nosotros, los nadies, veníamos tocando otra música desde siempre.
Resistiendo a los métodos punteriles como los que aplicaba por las barriadas la burocracia militante y la acumulación de un supuesto poder partidario, llevándolos a mercantilizar la relación con nosotros, las bases, se construyó un cimiento sin sustento político ideológico, no se permitió la participación en las decisiones, todo se decidía en ámbitos cerrados (mesas chicas) así se produjo un divorcio en las bases con los dirigentes que cumplían tareas de gestión en el gobierno popular.
Si bien es cierto que no sobra nadie, para afrontar estas elecciones se debería discutir quiénes son los que integren las listas.
Los liderazgos no se heredan, tampoco nos sirven los tibios que acompañaron a Davos a Macri.
Debemos tener representantes en el Congreso para que sean una verdadera garantía, no podemos distraernos con consignas tribuneras como “la unidad”; hay que desarrollar lo propio que no es otra cosa que un proyecto de liberación.
Por eso bancamos a Axel porque sintetiza lo que el momento histórico demanda.
Justicia social, independencia económica y soberanía política. Como decía Alcira Argumedo vayamos de Pachakutik.
LOMJE
Buenos Aires, julio de 2025